Los talibanes nombran nuevo líder y confirman la muerte de Mansur
Nada indica que Haibatullah Akhundzada sea más favorable a negociar con el Gobierno de Kabul.
Los talibanes afganos han anunciado este miércoles el nombre de su nuevo líder, Haibatullah Akhundzada. La noticia confirmala muerte de su predecesor, Akhtar Mansur, en el bombardeo de un dron estadounidense el pasado sábado sobre la que el grupo había mantenido silencio hasta ahora. Dado lo que se conoce de Haibatullah, no es previsible que vayan a producirse cambios en la negativa de esos insurgentes a negociar con el Gobierno de Kabul, al que consideran una marioneta de Occidente.
“Todos los miembros del consejo han prestado juramento de fidelidad al jeque Haibatullah en un lugar seguro de Afganistán”, afirma el comunicado talibán citado por Reuters. “Todo el mundo debe obedecer al nuevo miramamolín”, añade utilizando la expresión árabe de resonancias religiosas “emir al muminin”, o líder de los creyentes, que también puede traducirse como califa.
En la misma reunión, los principales dirigentes talibanes acordaron que los lugartenientes del nuevo cabecilla serán Sirajuddin Haqqani, jefe del grupo que lleva el nombre de su familia, y Mohammad Yaqub, hijo del fundador del movimiento, el huidizo clérigo tuerto Mohammad Omar a quien Mansur sucedió a su muerte en 2013. Se había especulado con la posibilidad de que la vara de mando hubiera pasado a Haqqani, a quien se consideraba número dos de Mansur. Sin embargo, su origen de fuera de Kandahar (verdadero feudo del grupo), su limitada base geográfica (la provincia de Loya Paktia) y la necesidad de mantener la cohesión del grupo frente a la competencia del Estado Islámico (ISIS), parecen haber inclinado la balanza hacia una personalidad menos controvertida y más reservada.
El elegido, cercano a los 60 años y originario de Kandahar, pertenece a una influyente tribu del sur del país, los Noorzai. Es además un respetado hombre de religión, a quien sus seguidores se refieren con el honorífico de maulaui Haibatullah, indicando que tiene instrucción superior. Refugiado en Pakistán durante la ocupación soviética de Afganistán (1978-1989), se unió a los talibanes al poco de su formación a mediados de los años noventa. Un informe de la ONU lo citaba el año pasado como “exresponsable de Justicia de ese régimen”.
Según Thomas Ruttig, el codirector del Afghanistan Analysts Network, un centro de estudios radicado en Kabul, Haibatullah “fue de los pocos que se ganó la confianza del clérigo Omar y a quien este siempre pedía consejo antes de emitir una fetua”. El nuevo líder también comparte la aversión de su predecesor por la publicidad y no se conoce ninguna fotografía suya.
Con esos precedentes, no resulta previsible que el asesinato de Mansur haya logrado su objetivo de forzar un cambio en la negativa de este a negociar con el Gobierno afgano. Tanto el presidente Ashraf Ghani como su rival y socio de Gobierno, el jefe ejecutivo Abdullah Abdullah, se comprometieron durante su campaña a buscar una salida política al conflicto desatado por la intervención estadounidense que derribó alrégimen talibán en 2001 y que ha causado al menos cien mil muertos, una cuarta parte de ellos civiles. Sin embargo, los esfuerzos en ese sentido quedaron frustrados el pasado verano cuando se reveló la muerte de Omar dos años antes y su relevo por Mansur.
“Haibatullah representa el statu quo”, opina el analista paquistaní Rahimullah Yousafzai, citado por France Presse. “Va a llevar a cabo las mismas políticas que Mansur, no negociará”.
Los dirigentes talibanes no ven el interés en sentarse a dialogar cuando han ido ganando terreno desde la salida de las tropas de la OTAN en 2014 y nunca antes habían controlado tantos distritos desde que fueron desalojados del poder. De momento, en su comunicado subrayan que el relevo al frente del grupo no tendrá impacto alguno sobre sus operaciones y que la lucha va a continuar bajo el nuevo liderazgo. Significativamente, este mismo miércoles se han responsabilizado de un atentado suicida contra una furgoneta que trasportaba empleados judiciales, al oeste de Kabul. Al menos 10 personas han muerto y otras cuatro han resultado heridas.
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